sábado, 6 de diciembre de 2008

La tiranía de la costumbre


La expresión “tiranía de la costumbre” expresa el poder de la tendencia humana a seguir las rutinas establecidas sin plantearse nada. Sin pensar. Sin darse cuenta de que las cosas se hacen con una finalidad y que conviene no olvidar que los protocolos que seguimos son medios para conseguir fines, y no fines en sí mismos. Muchas veces nos olvidamos de ellos y defendemos la tradición y ciertas rutinas sin ir un poco más allá, profundizar y rascar esa superficie que tapa la realidad . Pensar es peligroso, porque a veces nos puede hacer ver que hacemos cosas mal, que están mal, que lo que hacemos es inútil o, peor aun, que nosotros somos unos inútiles. No es necesario que adoptemos toda innovación por el hecho de serlo, pero sí que tengamos presente los fines que se persiguen. Como ilustración de todo esto, he seleccionado tres casos; uno personal, y otros dos que son folclore internáutico.

I
Una vez, un amigo que vivía en el extranjero me pidió que le solicitara, en su nombre, un certificado de notas de la carrera porque lo necesitaba para una entrevista de trabajo. En la secretaría de la Facultad de Filosofía y CC. de la Educación de la Universitat de Valencia, el hecho de pedir un certificado cuando uno vive lejos es algo complejo.
Algo impensable en los tiempos de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Y es que en los tiempos que vivimos y con los medios que contamos, en muchas Facultades y Escuelas del mundo, uno puede solicitar un certificado de notas por correo electrónico. En la Facultad de Filosofía, no. Bueno, no es imposible, pero es tan complejo que quedas disuadido de ello ipso facto. Alternativa: mi amigo tendría que remitirme por correo ordinario una fotocopia de su DNI y una autorización para que yo lo solicitara en su nombre. Soslayado este primer inconveniente, cuando fui a recoger el certificado de notas, les pedí si podían dármelo en un sobre cerrado y sellado, ya que el certificado había de entregarse en una institución extranjera. De alguna manera se trataba de que dicha institución viera que el certificado no había sido manipulado ni falsificado. Una demanda relativamente lógica en los tiempos que corren. ¡Vaya pretensión, en un sobre cerrado! ¡Aquí los certificados nunca se han dado en un sobre cerrado!. Y es que vaya usted a saber las cosas que se pueden hacer con un sobre cerrado, ¿no? Después del rifi-rafe con un par de funcionarias, tiranas de la costumbre, pedí hablar con el jefe o jefa del negociado, pensando que, por haber llegado a cierto cargo de responsabilidad, sería una persona con un poco de sentido común. No hacía falta mucho para darse cuenta de que la negativa de sus subordinadas eran obtusas. Para mi sorpresa, el jefe del negociado era el más cateto de todos. Supongo que por eso estaba donde estaba. Había ido ascendiendo de categoría profesional hasta que había llegado a un nivel donde era manifiestamente incompetente, y ahí hacía de las suyas. Esto pasa mucho; lo digo por si sirve de consuelo. Por suerte no todos los funcionarios de ese servicio eran tan cazurros; pero para mi desgracia, no eran los que mandaban. ¡Las barbaridades que se pueden hacer con un sobre cerrado y sellado!

II
“Una mujer siempre preparaba el asado de las fiestas cortado en dos partes y asando cada una de ellas en un cacharro diferente. Cuando su marido le preguntó por qué hacía eso, ella le contestó que su madre lo había hecho así y que ella simplemente seguía sus enseñanzas.
Cuando le preguntaron a la madre por qué cortaba el asado en dos mitades, les dijo que lo hacía porque su madre siempre lo había hecho de esa manera.
Así que le preguntaron a la abuela, y ella les dijo que era porque nunca había tenido un cacharro lo bastante grande donde cupiera un asado para toda la familia, y que por eso se veía obligada a hacerlo en dos partes.

(Tomada de J. Brunvald p. 197)

III
Un grup de científics va posar cinc monos en una gàbia. Al centre de la gàbia van posar una escala i, dalt d’ella, un bon grapat de plàtans. Quan un mono pujava a l’escala per agafar els plàtans, els científics llançàven un xorro d’aigua gelada sobre els monos que es quedaven a terra.
Després de cert temps de repetir l’operació, quan un mono intentava pujar a l’escala, els altres no paraven de colpejar-lo. Un segon mono va ser substituït, i va passar el mateix. El primer substitut va participar amb entusiasme, com els més veterans, en les pallisses del nou membre del grup. Un tercer va ser canviat, i es va repetir el fet, el colpejaren. El quart i, finalment, el cinqué dels veterans va ser substituït: i va passar el mateix.Al cap d’un temps, cap mono intentava pujar a l’escala, malgrat la presència temptadora dels plàtans. Aleshores, els científics van substituir un dels monos. La primera cosa que va fer, el mono nou, va ser pujar a l’escala, però la resta el van baixar ràpidament i li donaren una pallissa. Després d’algunes pallisses, el nou integrant del grup ja no va pujar més a l’escala, tot i que mai va saber perquè li pegaven. Els científics es van quedar, aleshores, amb un grup de monos que, encara que mai havien rebut el bany d’aigua freda, continuaven colpejant a tot aquell que intentara arribar als plàtans.
Si fóra possible preguntar a alguns d’ells per què donaven les pallisses als que pujaven l’escala, la resposta seria, amb quasi tota seguretat: No sé, ací les coses sempre s’han fet així!

POSDATA
De todos modos, tampoco sería aceptable huir de una tendencia para aceptar ciegamente la opuesta: el “imperio de la novedad” o dictadura de la moda, es decir, de lo nuevo., aceptando que lo nuevo por el hecho de serlo es siempre mejor o superior que lo precedente. Lo cual al fin y al cabo no es sino una forma especial de la tiranía de la costumbre. Un ejemplo de ello puede ser la introducción de las nuevas tecnologías en el campo de la educación. Innovar por innovar, sin saber qué se pretende. Como señala el sociólogo Julio Carabaña, "antes de innovar, convendría probar si lo nuevo funciona mejor que lo viejo".